Hacías garabatos. De pronto, aquellos trazos tenían un nombre: a-e-i-o-u, ese, eme, de, pe... Ya no pintabas rayotes: ¡dibujabas las letras!
Aunque solo eran figuras. Como quien dibuja una casa o un árbol, pero sin árbol ni casa. Hasta que la señorita María –y tu madre también– te enseñaron a unirlas. Qué más daba, su nombre. Lo que valía era lo que decían: ¡leías!
Llegó la cartilla: «e-se o-so es so-so», «mi ma-ma me a-ma, me mi-ma, me da so-pa». Las letras se dibujaban de otro modo y no las conocías todas.
Pillaste el sarampión. Así que bajaba la fiebre ya pedías el libro. No entendías por qué no había ninguna pe debajo de aquel «pe-rro». Tu madre te lo aclaraba: no era un perro, era un «lo-bo». La ele, la be... Aprendías dos nuevas letras de imprenta.
Tenías un lápiz y la pared junto a tu cama se llenó de signos que querían decir cosas: ¡escribías! No te regañaron, sólo tenías cuatro años.
Así comenzó todo: letra, lectura, palabra, escritura. Una ventana abierta ¡y a volar!
Interesado por: Me interesa la literatura en un sentido amplio, sin predilección de género, Microrrelato, Cuento corto / relato breve, Novela en un sentido amplio, Poesía, Ensayo / No ficción / Divulgación, Biografía / autobiografía / diario / géneros íntimos / cartas, literatura personal
Autores o libros favoritos: Cito 5: lit. en sentido amplio, C J Cela; novela y cuento, Caterina Albert (Víctor Català); poesía y cuento corto, Francesc J. Vélez; poesía, Nicanor Vélez; biografía, Antonina Rodrigo