Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro.

Pensé… que aquella pared tan blanca se estropearía, que el hermoso Seat Ibiza rojo que acababa de alquilar, tan nuevecito, quedaría hecho un asco.

Pensé… que no podría darme el capricho de llegar hasta Fornells, comer una caldereta de langosta, y después, conseguir una barquita, aunque fuera hinchable, para visitar la Illa de Ses Sargantanes.

Todo esto pensé, en un segundo. Luego, ya no pensé. Podría haberlo hecho, pues no me sentía muerto, pero me daba pereza. Creo que me eché una siesta canóniga.

Cuando desperté, ya estaba en el tanatorio.

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