Aguaviva, una experiencia de repoblación

Aguaviva, una experiencia de repoblación

–Aguaviva se queda sin escuela, Luis. Me han dicho que el curso próximo deberá cerrarse y reagruparán a los niños con los de otro pueblo.

La maestra habla con un hilo de voz. Luis, el alcalde, queda un instante pensativo.

–Buscaremos un remedio. Un pueblo sin niños está condenado a desparecer.

Esto sucedía allá por el cambio de siglo. Aguaviva de Bergantes es un pueblo de Teruel, en el Bajo Aragón, uno de tantos pueblos de la comunidad aragonesa afectados por la despoblación rural. En 1930 tenía censados 1.863 habitantes; en 1960, 1.263. Diez años más tarde, 889. En 1991 se había reducido a 618…

Por entonces el alcalde ya andaba preocupado por el tema. La idea que se le ocurrió, a partir de un viaje a Buenos Aires, en plena crisis socioeconómica por el “corralito”, fue poner un anuncio en la prensa argentina (en La Nación, creo), ofreciendo facilidades de trabajo y vivienda a familias que quisieran trasladarse a vivir al pueblo. Había algunas condiciones: matrimonio con un mínimo de dos hijos, que al menos el padre poseyera algún oficio, compromiso de permanecer en el pueblo un mínimo de cinco años, visita previa del cabeza de familia para conocer el lugar y ver si podría adaptarse y, con preferencia, que fueran descendientes de españoles emigrados o exiliados, pues la ciudadanía española se mantenía creo que hasta la tercera generación y de este modo no tendrían problemas de papeles.

La respuesta fue extraordinaria. Tras la selección entre las muchas cartas recibidas, entre el 2000 y el 2003 se trasladaron a Aguaviva 55 familias, con un total de 112 adultos y 144 niños, no sólo de Argentina sino también de otros países sudamericanos. Quiero destacar que cuando empezaba todo este trámite, pasó por el pueblo un rumano que andaba buscando trabajo. Tenía dos hijos, que vivían en Rumanía con los abuelos mientras su mujer, como él, también iba buscando trabajo (esos datos los comento un poco de oídas). Bien, la cuestión es que pudo reagrupar la familia y fue el primer inmigrante que se instaló en el pueblo. La acogida por parte de la población fue emotiva: les llevaban juguetes a los niños, ropa y cosas que pensaban que les podían ser útiles. Se integraron tan bien que ejercieron un efecto “llamada” entre otros rumanos de su pueblo o de su familia y con el tiempo llegaron a formar un núcleo más consolidado que el argentino, que poco a poco se fue diluyendo, influido quizá también por la crisis financiera del 2008 y posiblemente por una mayor dificultad de integración de los argentinos, tal vez culturalmente más alejados del mundo rural.

En 2009, Aguaviva contaba con 713 habitantes. La comunidad rumana ha contribuido notablemente a este crecimiento. La escuela nunca se cerró. Siguen naciendo niños.

Esta experiencia de “repoblación contra despoblación” se extendió a otros 80 municipios, no sólo de la comunidad aragonesa.

Tuvo un gran eco mediático e incluso dio lugar a alguna película.

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