El tiempo detenido.
Ponía el reloj a las seis y media, aunque siempre me levantaba un poco antes de que sonase. ―Para que no se despierten las niñas ―me decía. Mientras se hacía el café, fregaba los cuatro cacharros que hubiesen quedado de la cena y escuchaba las noticias en la radio de la cocina. Apenas tomaba nada...