Qué hermosa es esa Lima de las cinco de la mañana, donde las autopistas son como estar resbalando por mantequilla, qué hermoso es el silencio de los carros dormidos, de los carros fantasma.

Cuánto me gusta esa Lima despoblada de gente extra, donde solo quedamos los borrachos y los madrugadores; visitantes perplejos, admirando la eternidad de puertas cerradas que, ni bien se aclare el día, se abrirán para engullir almas sin sentido.

Lima de corredores mareados, de andariegas lindas que, por tener un pequeño perro manso, no le temen a tus ya internacionales peligros. Lima de esos fortuitos amores mios que ya no quieren reconocerme, quiero que siempre seas la que eres cuando sales de mi cama a las cinco de la mañana, o la que me besa en las borracheras, Lima ajena te escribo por las veces que has sido mía, por las veces que tu mar me ha tentado a quererte sin mesuras, a perderme con locura entre tus crespas olas.

Qué hermosa es esa Lima a la que me voy a vender libros sin vitrinas, por la que me pierdo en busca de personas sin olvido.

Oh! Querida Lima sepia, te escribo por las veces que te has empecinado en que me quede y por las veces, que llenándote de neblina, me has dejado marchar, sin darme ni un solo beso, para ver más atardeceres en otras fronteras, para venderle libros a otras almas.

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