Es un Observador. Así se define Ramiro, odia que le digan que ya está jubilado y que a partir de ahora su labor para la sociedad es cuidar de los nietos, así pues ha decidido comenzar con una nueva profesión, desde ahora observará el comportamiento de personas y animales; la transformación de las las nubes; el cambio climático… Le gusta observar. Es Observador.

Hoy se encuentra en la inauguración de un nuevo establecimiento, El Café. ¡Qué lugar mejor para captar las emociones espontáneas de los allí presentes!. Algunos todavía no han despertado aunque llevan levantados desde las seis de la mañana, otros simplemente han quedado para tomar un café y hablar del programa que emitieron en televisión la noche anterior, mamás y papás que después de dejar a sus fieras en el colegio se sientan a tomar un respiro…

Ramiro comienza su jornada laboral, lo primero recorre con su mirada de punta a punta la sala de El Café , tras varias ojeadas elige a su presa, parecen madre e hija, quizás dos amigas, dos primas, su conversación es amena, la más joven no para de hablar, su compañera escucha con atención su conversación y sonríe a cada frase que su amiga, madre o prima le va contando.

Ramiro se preguntaba qué tendría tanta gracia y su juguetona masa gris le lleva a recordar el día en que le contaba al maestro Don Marcelo su primera experiencia como docente. Calla, calla, me duele la barriga de reír, podrías escribir un libro con lo que te ha pasado hoy _ le decía su maestro Marcelo. Recordaba ese día como si hubiese sido ayer, había quedado con él para tomar café y contarle esa primera experiencia de Docente.

Pocos días atrás había recibido una llamada donde le ofrecían dar un curso de Eficiencia Energética, su alegría era tal que no dudó en decir que sí. El trabajo parecía sencillo, se trataba de poner en práctica aquello que él tanto defendía, el ahorro energético comenzaba por educar a la gente a adquirir buenos hábitos para bajar los consumos y así ayudar al medio ambiente y no comprar y comprar aparatos carísimos que nos vendían desconociendo si aquello nos ayudaría a ser más eficientes. Se sentía el hombre más feliz del mundo, le habían ofrecido el curso que tanto ansiaba dar, él no conocía muy bien el funcionamiento de las instalaciones pero sí los hábitos para hacerlo lo más eficiente posible.

Llego el gran día. Se iniciaba el curso y allí estaba él , ese primer día «como un flan» . Tenía toda la clase programada, la primera de iniciación a la Eficiencia Energética, convencido de que llevaba material de sobra, pero su sorpresa llegó cuando empezaron las presentaciones, los alumnos eran técnicos del ayuntamiento, dos de ellos Ingenieros Industriales y el resto oficiales y encargados de mantenimiento de las instalaciones con muchos años de experiencia. A Ramiro le temblaban más las piernas a medida que se iban presentando ya que empezaba a dudar que la clase fuese de inculcar hábitos y buenas prácticas en Eficiencia Energética, algo que más tarde pudo confirmar ya que el curso era de Cálculo y dimensionado de instalaciones para mejorar el rendimiento de las mismas.

Ramiro se quedó más blanco que la nieve pensaba y qué hago yo ahora con la clase que traigo preparada, si a éstos les importa un pimiento las buenas prácticas… Para más inri, Ramiro para los primeros veinte minutos de clase llevaba preparada un dinámica de grupo para conocerse pero los alumnos ya se conocían, eran compañeros de trabajo. ¡Virgencita échame un cable! rezaba Ramiro, aunque no se rindió, se puso a dar la clase con lo que llevaba a modo de recordar conceptos, todo estaba controlado, pero sus nervios le jugaron una mala batalla, miró su reloj, vió que eran las siete y media y pensó « ¡Uy ! ¡ qué bien! mira al final con el repaso he tenido para toda la sesión» y sin dudar más comunicó a sus alumnos que por ese día lo dejaban y que en la siguiente clase se centrarían en los cálculos de instalaciones. Entonces uno de sus alumnos levantó la mano y dijo Disculpe Don Ramiro pero la clase es hasta las siete y media. Ramiro lo miró extrañado y le replicó que ya eran las siete y media a lo que el alumno con cara serio y casi enfadado le dijo «No, son las 17:30». Ramiro en ese momento no sabía donde esconderse, notaba como su rostro subía de temperatura, las tripas sonaban como si alguien se hubiese olvidado de cerrar el grifo del lavabo y estaba apunto de desbordarse, pero Ramiro aguantó el tipo y dijo «¿hacemos un descanso?»

Las siguientes dos horas fueron las más largas de su vida, no sabía qué hacer, qué decir, en un momento estaba totalmente pegado a la pizarra , agarrándola con las manos y dando golpes con el culo, no encontraba la salida… En fin como todo en la vida, la clase llegó a su fin y Ramiró llamó a su profesor Don Marcelo para tomar un café y pedirle consejo. Recuerda cómo se reía Marcelo, se le saltaban las lágrimas y así estaba ahora la chica mayor que observaba, no paraba de reir. Observó cómo se despedía de la chica joven con un fuerte abrazo y Ramiro puedo leer sus labios mientras le decía « has sido muy valiente y solo una profesional sabe tomarse las cosas con humor. Sigue adelante todo lo que venga ahora será mejor. Ha sido un placer compartir este café contigo, te deseo que tus proyectos salgan adelante, nos vemos en otra»

Ramiro suspira, es hora de volver a casa ¿qué le traerá mañana el destino para observar?

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