Dicen que la amistad entre hombre y mujer es irreal, que es solo el preámbulo para tener algo más, que no se puede ser amigo del sexo opuesto sin sentir atracción sexual; bueno, con este relato, debo aclarar tales afirmaciones.

San Francisco de Campeche, México; Mayo del 2007.

Recién llegaba de Veracruz, huyendo del terror de ver al amor de mi vida besando a otra; con el corazón hecho pedazos, sin ninguna intensión, más que echarme en cama a «llorar como una Magdalena».

Mi madre, tal vez preocupada por mi depresión constante y mis pocas ganas de hacer nada con mi vida a los 23 años, consiguió hacerme de una entrevista de trabajo en el «Hotel América», para aplicar a un puesto del cual no tenía la más mínima experiencia.

Una semana después, me presenté en ese hotel, me recibió un «Don Juan» un hombre muy seguro de sí, hasta cierto punto presuntuoso, que ocupaba el puesto de Gerente; su nombre: Román.

Me preguntó por mi experiencia, mis aptitudes, estudios. Charlamos largo rato; y bueno, yo debí ser honesta, le respondí que no tenía ningún tipo de experiencia y que, de ser viable, este sería mi primer trabajo; El tipo, me miro de pies a cabeza, y con su mirada de Juez, dijo: ¡Muy bien! gracias por venir, te llamaremos.

Dos días pasaron después del encuentro, y pensé seriamente en que no ocurriría nada, pero me llamaron, y un 23 de mayo del 2007 me presente a trabajar.

Román me hizo firmar un contrato, y dijo lo siguiente: ¡Bueno!, según tu curriculum (el cual no tenía nada que ver con el hotel) eres apta para ocupar el puesto, te pondré a prueba en todo momento, y deberás estar en capacitación hasta que lo crea pertinente.

Debo admitir que mi primer día fue difícil, llegaban personas de todos lados, todo me confundía, había tantas cosas que hacer, tanto que procesar; Román, se encontraba a mi lado, en su papel de capacitador y como bien dijo, llegaría la hora de ponerme a prueba.

Una pareja de canadienses llego al hotel, y fueron los elegidos para tal reto.

¡Bueno! –dijo Román– ya te expliqué lo que tienes que hacer, ahora te toca atender a estos clientes; -Pero… Sr. Román, usted sabe que yo no hablo inglés –respondí preocupada, a lo que Román respondía: – Señorita, le recuerdo que usted firmo un contrato en el que se especifica, que tiene los conocimientos y las aptitudes necesarias para aplicar el puesto, por lo que, se supone habla el idioma.

Él sabía perfecto que yo no hablaba el idioma, que no tenía experiencia en el tema, aun así, no tuve más remedio que hacer lo posible por entenderme con ellos; dibujé, hice mímica, y me vi como una inepta frente a ellos, pero logré darles su habitación. – Ahora que lo pienso, fueron muy amables y pacientes-

Ese día fue suficiente, para que en mí se detonara la bomba y estallara mi ego; me sentí avergonzada por no poder comunicarme con mis clientes, una tonta inservible en aquel puesto; pero no iba a permitir que un «Don Juan» ególatra llamado Román, me dijera que yo no servía, así que comencé una guerra.

Román supo desde el primer día en que me vio, que yo compartía con él un par de cosas: proactividad, asertividad, empatía, y una forma de convertir los errores en motivación. Cosas que yo no sabía que tenía, hasta que él las hizo aparecer.

Seis meses después, y cuando ya dominaba el puesto y dos idiomas, Román me confeso algo muy personal: «Señorita, yo a usted no la contrate por su curriculum, la verdad no esperaba nada de usted, y si te soy honesto Belem, te vi únicamente como un pase a una aventura».

Al escuchar yo sus palabras, percibí cierto respeto, él no me estaba ligando, su tono de voz más bien parecía una disculpa a modo de elogio, pues me reconoció como su igual y tan capaz de ser, como lo fue él.

Ese día, dio inicio una verdadera amistad.

Pasé tres años de mi vida laborando en ese hotel, con el mejor maestro; un hombre que hizo a un lado sus debilidades carnales, por ser amigo y mentor, hoy le debo mucho más que una amistad, pues él formo la base que me hace ser mejor en cualquier puesto de trabajo y en la vida.

Me enseñó que hay que darle valor a las aptitudes por encima de los conocimientos, que hay que hacerse respetar, que es tan importante el puesto de la persona que barre el patio, como el papel que desempeña el gerente o el dueño de la empresa; que tu tiempo vale, que mereces ser reconocido, que las personas no son números, mucho menos un puesto de trabajo, que estás tienen problemas, familia, amigos; que la amistad está por encima de cualquier cosa, que el trabajo es como un hijo, que se le hace crecer, y que llegado el momento se le deja partir, para continuar con lo siguiente en la vida; que un abrazo siempre es necesario, y que un equipo de trabajo, también puede ser familia.

Hoy Román ya no está, él ha trascendido, quiero pensar que ha cumplido con su trabajo en el mundo, fue un gran padre, un gran amigo, un gran mentor para mí, cometió errores como todos, no era perfecto; pero este día, valen más sus enseñanzas, y lo valoro, y le doy el reconocimiento que merece, pues él, así me lo enseñó.

Hoy, me ha dejado una tarea importante, me ha pedido que aclare los puntos iniciales, siempre hablábamos de ello, pues nadie creía tal amistad entre nosotros:

La amistad entre hombre y mujer es real, se puede; tal vez, inicie con la atracción sexual de alguno de los contrayentes, pero, esto pierde importancia, cuando las dos personas valoran, por sobre todas las cosas: La amistad.

Para mi mejor amigo, que siempre estaba en su silla…

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