Viaje al más allá en un 600
Cuando regresaron al improvisado campamento, doña Elvira ya era una bella durmiente. Yacía serena, lívida, con la mano derecha crispada sobre el corazón. Don Torcuato le buscó el pulso, cogió un espejo de la guantera del seiscientos y se lo acercó a los labios. —Tu madre está muerta —dictaminó en un suspiro. Doña Almudena, ahogada...