Descansa en paz, viejo
—¡No te muevas, rojo de mierda, o te abro en canal como a un puto cerdo! —le grité a aquel tipo, blandiendo mi bayoneta a escasos centímetros de su cara. En aquellos días el tiempo seguía frío y desapacible, aunque el calendario se empeñase en decir que la primavera estaba ya avanzada. Un aire despiadado...