El remolque.
Se tensaban los músculos de sus piernas; una gruesa punzada estoqueaba su estómago y comprimía su diafragma; las estrellas rutilaban entre los nubarrones grises, acusándolo, como sirenas en el cielo. Trastabilló, y cayó de bruces en el césped húmedo. Se incorporó, los brazos le temblaban, resollaba y hacía muecas de dolor. No podía seguir. Pero...