EL ESCULTOR
Acariciaba la suave curva de sus senos bajando lentamente. Las marcadas curvas de la cintura de ella acentuaron la caída de sus manos hasta su cadera, donde reposaron durante unos segundos oprimiéndola nerviosamente. Él no se detuvo y continuó, anhelando, hasta caer por sus muslos, apreciando cada milímetro de su sedosa piel. Ella era perfecta....