Añoranza.
¡Ayer… la calle era nuestra! Después de la escuela, bastaba con que alguno de los muchachos comenzara a botar un balón, para que todos saliéramos de nuestras casas, poco a poco, como hormigas brotando del hormiguero, para iniciar a jugar al futbol. El azar de una moneda al aire determinaba cuál de los capitanes comenzaba...