LA HIDALGUÍA DE DON JOSÉ
Llovía ese domingo, el reloj marcaba las nueve con treinta y ocho, la tranquilidad de la mañana era tal, que no se escuchaba ni siquiera el trascender de los autos, fue tanto el arrullar de ese silencio que me quede dormido por unos pocos minutos. De repente unos pasos continuos que realizaban una pausa cada...