Hasta nunca, Lucía.
¡Lo que me faltaba! La maldita campanilla retumbó con fuerza haciendo que todos volvieran la cabeza hacia la entrada del café. –llegas tarde. –¿Y qué querías que hiciera? No tuve de otra que esperar hasta que a mi madre por fin le diera la puta gana de irse donde la abuela. –¡Quién te oye! Como...