YO TAMBIÉN TENGO HAMBRE
Ana la volvió a ver. Era una mujer alta, con la espalda tan recta y la cabeza tan erguida que parecía aún más espigada de lo que era. Estaba muy delgada y aunque tenía una cara muy bella, la dureza que había en su mirada le quitaba hermosura al rostro. Sus ropas parecían caras...