EL DRAGÓN QUE VIVE EN MI ESTOMAGO.

EL DRAGÓN QUE VIVE EN MI ESTOMAGO.

Ángela Sancho

31/07/2014

“Querida” Crisis:

Esta mañana he salido a la calle, el viento me ha acariciado la cara, Juan y Pedro hablaban, pero yo no les escuchaba.

Tan solo podría oír ese viento zumbando en mis oídos,  tan solo podía sentir esa cálida brisa en mis mejillas.

Aún sentía ese dragón  de fuego en mi estomago, aquel que me tortura cada noche, pero hoy el pecho se me llenó, tan solo por un segundo, de luz, de una poderosa luz blanca que podía atravesar mi torso y sus rallos podían iluminar y calentar todo a mi paso.

Por un tiempo había olvidado lo que es vivir, había olvidado lo mucho que me gustaba el amanecer, la luz naranja del sol asomándose curiosa tras los edificios de Barcelona.

Esa casa no era mía, ese coche ya tampoco, mis zapatos tenían años y aunque nadie lo sabia, dos enormes agujeros en la suela hacían que cuando llovía se me mojaran los calcetines y los pies; Por todos es sabido que con los pies fríos, no se piensa bien. 

Hacía tiempo que ya no lloraba por las noches, no por falta de tristeza, sino por falta de lagrimas, ya no me quedaba ni una, nada me quedaba. El banco se llevó todo, menos mi tristeza y mi desesperación.

Por las noches, me dedicaba a hablarle a mi madre, sentía que me oía aunque ya no estaba a mi lado, le preguntaba que haría ella en mi situación. ¿qué es lo que me quedaba por hacer? ¿qué tendría que haber hecho?, pensaba en lo que haría si conseguía salir de esta. 

Pero sobre todo era a la hora de acostarme cuando me invadía una profunda tristeza y un infinito vacío dentro de mi, era el momento en el que pensaba fríamente en la vida que estaba dando a Juan y Pedro, ellos se merecían mucho más que comida caducada y fruta medio podrida, se merecían más que ropa pequeña y zapatos de plástico. Se merecían no pasar nunca hambre, se merecían ducharse con agua caliente, no se merecían las burlas de sus compañeros, no se merecían sufrir por nada en el mundo, porque aún no les tocaba. Por no hablar de todo lo que ellos no sabían, que cualquier día entrarían y nos echarían  de esta casa y que entonces no podríamos estar juntos; ya no podríamos ser la familia unida de siempre.

La oscuridad me invade a cada paso, en cada cosa que hago, ya siento que no valgo nada. 

Se que mi relación con Edu no es la que era, se que no le miro a los ojos porque tengo miedo que pueda ver en ellos lo que en realidad siento, tengo miedo que vea el abismo en mi, que vea esa niebla negra que hay dentro de mi, como dijo Nietzsche, cuando miras al abismo este puede ver dentro de ti y yo he mirado dentro de él demasiadas veces. Tengo miedo de contagiarle, a Edu, porque él, ahora, es lo único que me mantiene aquí. Ni siquiera por mis hijos sería capaz, porque he empezado a pensar que están mejor sin mi.

Pero esta mañana…, esta mañana me siento amada por la vida, me siento amparada, me siento valiosa, siento que no voy a tener más otro fracaso, tengo esa esperanza que te da fuerzas. Hoy, por primera vez en 14 meses, me he maquillado, y he dibujado una sutil sonrisa al ver el sol entre los edificios, tengo la sensación de que me llama, de que me llena de calor y de energía. Por primera vez, en mucho tiempo, siento que soy algo más que un despojo de la persona que un buen día fui, soy más que una alma errante que espera y espera a lo que nuca llega. Tengo la sensación de que Juan y Pedro nunca más van a pasar hambre, ni van a pasar frío. Aún tengo ese dragón en mi estomago y en mi espalda, pero se que es difícil bailar con él encima, así que hoy, lo voy a dejar aquí en casa. Hoy pase lo que pase cuando salga de allí, voy a recuperar mi dignidad y mi amor propio. 

Me despido de ti, Crisis, espero que sea para siempre. 

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