Empañado
Papá vino tan enojado del trabajo que cuando el perro le saltó para saludarlo empezó a pegarle patadas. Max no corrió: gritaba, inmóvil en el suelo, a cada golpe que papá le asestaba en las costillas o en la cabeza, con una sonora exhalación. Me quedé esperando que terminara. Dos descargas más, rítmicas. Ya casi...