El sol empezaba a ocultarse en el horizonte tras la vieja estación del pueblo, aquél resplandor rojizo y difuso molestó a Inés, que sentada en el viejo banco de madera descolorido por el paso de los años, miraba cómo subían y bajaban los pasajeros del tren, como si buscara a alguien. Sacó nuevamente el paquete de cigarrillos del bolso y encendió otro más. Había salido de la estación como suele hacerlo cada día, sin embargo, aquella tarde al regresar del trabajo, algo en su interior la hizo querer quedarse en el parque desde el cual se podía observar la fachada de la estación. Viendo a los niños jugar en los columpios, recordó su niñez en el orfanato y sintió un vacío en el estómago pensando aquella mañana en que su madre la dejó junto a sus hermanos; ella tenía nueve años en aquel entonces. Ahora, veinte años después, se sentía incapaz de formar su propia familia, no se sentía capacitada.

Encendiendo otro cigarro, miró de nuevo hacia la estación, observando cómo salían otros pasajeros. Caminando desorientada por la acera que bordeaba el parque, vio pasar a una señora; Inés quiso ayudarla y al acercársele, no podía creer lo que estaba viendo. Tras unas gafas, aquellos ojos pequeños color café encajados en unos parpados caídos, los había recordado con añoranza durante años.

­­­-¿Flora?

La señora retrocedió asustada y la miró con el ceño fruncido.

-No, yo no soy Flora… -y con la poca ligereza que le permitía su cuerpo, se giró y trató de andar lo más rápido posible.

– Mamá, soy yo, Inés.

La señora se llevó las manos a la cabeza y negó confundida, sus ojos parecieron ocultarse entre las arrugas; sin dejar de caminar volteó su rostro hacia atrás varias veces y chocó con las personas que caminaban en sentido contario.

Inés intentó retenerla, pero la señora gritó, entonces la gente en la calle empezó a detenerse junto a ellas. “¿Qué le pasa?, deje en paz a la señora”, le advirtieron. “Es que creo que es mi madre”, “No, yo no la conozco de nada, no sé de qué me habla”. Inés observó cómo se formaba un tumulto de gente que rodeaba a la señora, apartándola de ella. La señora parecía asustada y quería alejarse de allí, algunas personas la acompañaron. Al perder de vista el tumulto, Inés, cabizbaja y con el corazón latiendo fuertemente entró en el bar de la estación. Se sentó en la mesa más apartada para tomar una infusión, mirando al suelo encendió otro cigarrillo y cogió el periódico matinal. Iba hojeando las hojas distraídamente y de repente su vista se clavó en el titular.

PERIODICOpeq.jpg

Inés salió corriendo hacia el parque, del bar le gritaron algo, ella respondió que regresaría en un momento. Recorrió todas calles adyacentes en vano, pensando que su destino siempre sería un desencuentro.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus