DE GUNTIN A BUENOS AIRES

DE GUNTIN A BUENOS AIRES

El día que cambió irremediablemente su vida, amaneció oscuro y gris. El intenso frío anunciaba un invierno implacable en Guntín. Pepe no estaría allí para verlo, su padre había hecho otros planes para él.

Desde la pequeña ventana de su habitación, que compartía con su hermano Camilo, Pepe observó el caserío, el humo que salía de las chimeneas indicaba que  los habitantes del pueblo, se alistaban para salir a cumplir sus faenas en el  campo. Terminando de abotonarse la camisa, bajó a la cocina donde Dolores, su madre, lo esperaba con un tazón humeante de café y  pan recién horneado. Su padre, que sentado junto al fuego apuraba los últimos sorbos a su taza, hizo una mueca de disgusto: Dolores malcriaba demasiado al muchacho y él estaba harto de verlo pegado a sus polleras, pero eso se acabaría: había decidido llevarlo  a Argentina, a trabajar, a hacerse hombre. Su esposa, no quería saber nada de ello, que eran esas historias de mandar a su Pepe al fin del mundo? si bien pasaban necesidades, no se veían urgidos a » hacer la américa» como tantos otros, que huían del hambre; ellos tenían su porción de tierra, su viñedo, sus vacas y las manos para ganarse el sustento, se habían apañado siempre y lo seguirían haciendo, bajo el cielo de Galicia.

Manuel no era hombre de consultar sus decisiones, ni con su mujer, ni con nadie, y ésta no sería la excepción. Antes del mediodía, Pepe estaba arriba del carro con su padre alejándose, por el camino hacia La Coruña a embarcar a Buenos Aires.

No alcanzaron las súplicas, ni los gritos y llantos de Dolores, que corría tras ellos, implorándole que no se llevara a su hijo. Pepe quedó observándola, sin terminar de entender aún lo que estaba pasando. A medida que el carro se alejaba, la figura se hacía más y más pequeña, hasta que se transformó en un punto gris en el horizonte. El polvo del camino y las lágrimas que empañaban sus ojos y que trataba inútilmente de contener,  le dificultaban la visión, pero se aferró a ella, sin presentir, que sería la última vez que vería a su madre.

Se sucedieron las estaciones, ordenadamente, más veces de las que podía recordar. Pasaron distintos gobiernos, guerras, hambrunas, períodos de prosperidad .El mundo a su alrededor cambió.  Pepe formó una familia allende los mares, tuvo una mujer que lo amó y acompañó toda su vida, tres hijos, catorce nietos, y montones de bisnietos que alegraron su vejez.

Muchos años después,  en su lecho de muerte, con 96 años cumplidos, pudo  por fin, volver a encontrarse con su madre. En los delirios de la agonía, sus últimas palabras fueron ¡mamita lávame las manos! era otra vez un niño  pequeño y feliz que volvía a sus brazos después de jugar.

ABUELO_Y_SU_MA.jpg

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus