TEJIDOS SENSIBLES

TEJIDOS SENSIBLES

Cristina EMe

04/05/2014

  Tender la ropa me hace pensar. Mientras cuelgo  una a una las piezas de ropa, voy encontrando semejanzas entre la humanidad y la vestimenta. Camisetas de diferente color, estampado pero con patrón similar. Al igual que pantalones, calcetines, vestidos. Todos tejidos pero de diferentes fibras, unos más sensibles que otros. En casa éramos un  juego de cinco piezas, como las toallas de rizo. Así eran los abrazos de mi padre. Envolventes. 100% algodón. 

   Si apuestas por la sencillez, apuesta por esta lavadora de carga superior. De diseño compacto ha sido pensada para ofrecer los mejores resultados en el mínimo espacio.

 La mejor de todas, la  lavadora, nos decía mi madre. La que más trabaja y nunca se queja. Y puede que tuviera razón. Bueno, la tenía, porque su pequeño rum-rum al centrifugar no era comparable con las discusiones adolescentes de mis hermanas por los trapos y mis berrinches por sus bromas.

   Esta lavadora pone a tu disposición una capacidad de hasta 6 kg. Con una velocidad de centrifugado de 1100rpm. Lo que te asegurará unos resultados de lavado inmejorables para tu ropa, cuidándola al máximo. 

 ¡Esta noche sábanas limpias! Me decía mamá con una sonrisa. Para mí era  toda una celebración. Las de hoy no tienen el  mismo olor de la de entonces. O puede ser que mi recuerdo le haya añadido demasiado suavizante y tan sólo sea nostalgia. Al acostarme, ella venía, hundía su puño cerrado en la almohada, lo giraba hasta hacer un  huequecito para que yo pusiera la cabeza y me daba un beso. 

 Abuela, rascas, le decía cuando me besaba. Aún no poseía ese filtro depurador que va del pensamiento a la palabra. Como los jerséis de lana, el amor de mi abuela era calentito pero picaba un poco. Conforme fui creciendo sus  constantes letanías a Dios, a la Virgen y a los santos me provocaban urticaria. Pura lana virgen.

   Ha sido diseñada pensando en hacerte su uso lo más sencillo posible. Sólo tienes que girar el selector del programa, al ciclo deseado y la lavadora hará el resto. Es imposible que tu colada no queda perfecta.

 Si somos el ropaje del mundo, alguien tendrá que hacer la colada. Puede que tal vez exista ese Dios de mi abuela, alguien que nos manche. O que nos lave, a unos a mano, a otros a máquina y sin suavizante. Y que nos use hasta morir.

 Mientras pienso todo esto, sigo con el aburrido tender. Cojo un calcetín pero, al acercarlo a la cuerda se me cae al patio de luces ¿Qué hago? ¿Bajo seis pisos en una finca sin ascensor para luego tener que subirlos? ¿Lo recojo? ¿O lo dejo ahí? Es tan sólo un calcetín, pienso, con algún que otro zurcido… Ahora si que podría afirmar la existencia de Dios ya que me siento como tal jugando con el desdichado cubrepiés. Somos sus trapos. Y nos ha dejado un poco tirados. FIN.

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