Cómo dormir en una cama dura gozando de sueños incoherentes
La aldea no estaba a cinco kilómetros, como me habían dicho en el polvoriento mercado de Mansalay, sino a quince quizás. Me daba cuenta a costa de mi trasero, que saltaba en el asiento posterior de un mototaxi destartalado. Me agarraba al conductor para no caer arrastrada por el peso de mi mochila, cargada de...