Viajera de oficio y pasión

Viajera de oficio y pasión

Belen Duró

22/08/2016

De niña quise ser azafata para viajar por el mundo. Este es el primer recuerdo que tengo de las profesiones que quería ser cuando fuese grande. También fue el primero de todos mis sueños que no seguí, porque quizás no era lo que DEBÍA ser. Mi segunda profesión, fue abogada, creo inspirada por películas y series estadounidenses, ya que nadie que conociera era abogado, y esa era mi idea de justicia. Crecí y seguía con la misma profesión en la cabeza, hasta que una profesora en 5to de secundaria me volvió a hacer dudar, aparentemente de acuerdo a esos test de orientación vocacional, debía estudiar turismo, ese había sido mi resultado. No le creí, me burle, y como los mandatos y lo que SIEMPRE había querido ser, gano la batalla, empecé a estudiar Derecho. Luego de muchos idas y vueltas y tener recaídas vocacionales, termine mi carrera y me dieron un diploma que decía, Abogada.

Ahora pensaran, que tiene que ver eso, con el título, y es que luego de recibirme decidí tomar algo de valentía que tenía y a mis 30 años, dejar todo e irme a pasear por Europa. Con poca plata y algunos contactos para trabajar me fui al viejo continente. Nunca había viajado sola, cuando llegue, luego de perder un avión, y por consiguiente un bus que me llevaba a mi primer destino, sin donde alojarme, con una mochila que pesaba casi 20 kilos y dos días sin dormir, realmente dije, que hago acá!!! Quien me manda con esta edad a hacer esto??? Pero si bien, este sentimiento se presentó varias veces, se iba cada vez que conocía un lugar espectacular, o una esquina atrapante por su simpleza. Aunque lo que me mantuvo allá, fueron las maravillosas personas que fui cruzando en el camino, que pueden ser tus mejores amigos por unas horas, unos días, o como algunos, cada vez que los piensas, están a tu lado, por más que 10.000 km sea la distancia real. Todo esto, llevo a cerrar mi viaje en el continente, país y ciudad que no me dejaban ir, por miedo, pero más por ignorancia. Ir sola a Marrakesh, Marruecos, África.

Una amiga Colombiana, Diana, que había conocido en Escocia en unas vacaciones de Navidad cuando estuve viviendo en Londres, iba a hacer ese viaje conmigo, pero a ultimo momento no llego con su visa, y tuve que decidir ir sola o no ir! Todo el mundo, digo, amigos, parientes, Argentinos, Españoles, no me querían dejar, por lo que decidí no hacerles caso. Aunque parte del miedo contagiado hizo que solo fuera a Marrakesh y luego volará a Barcelona.

Desde el momento que pise suelo marroquí, todo salió perfecto, incluso aquellas cosas que salieron mal, como haber llegado al Marrakesh dos horas antes y no poder hablar al hostel para avisar que vinieran a buscarme antes, hecho no grave, solo tenía que sentarme a esperar, pero dos hermanos marroquíes que iban a visitar a su familia, hablaron al hostel, consiguieron que vinieran antes, y se quedaron charlando conmigo hasta que vinieran, luego dos días después nos invitarían a cenar y a dar un paseo por los alrededores de Marrakesh, a mí y a Claudia, una mexicana que conocí en el hostel, y es de esas viajeras que siempre seré amiga.

Marrakesh me enamoro desde el primer calor sofocante que sentí en el aeropuerto, con sus taxistas gritones, con los niños que intentan guiarte por la medina todo el tiempo por algunos euros, los vendedores que te invitan a que les compres en todos los idiomas hasta que adivinan cual es el tuyo, el Coran escuchado por los altos parlantes de toda la ciudad, el naranja en todos los edificios, el mundo de gente en los puestos para cenar que cada noche se arma en la Plaza Jemaa El Fna Toda esa locura que a algún viajero puede asustar, a mí me enamoro.

En esta historia podría contar mil detalles de lo que es Marrakesh, su ciudad, sus
comidas, el desierto, pero todo esto lo pueden leer en una guía de viaje, las Lonely Planet son excelentes, pero tal vez, y solo tal vez, hay algo que está no les diga; lo hospitalaria, lo amable y afectiva que es la gente. No sólo porque deben hacerlo, ya que el turismo es su principal ingreso, sino porque así son. Estos hermanos que me encontraron en el aeropuerto no necesitaron quedarse conmigo, tampoco invitamos a conocer la ciudad. Tampoco los chicos del hostel tenían que dejarme quedar tres días más sin pagar, darme los desayunos y regalarme un CD de música típica para alegrarme, luego que estúpidamente hubiera perdido mi vuelo de regreso a
España, ni la señora que diariamente nos hacía el desayuno, llegar 2 hrs antes
de su horario de ingreso, solo para que yo no viajará sin mi desayuno, sin
comer sus deliciosas tortillas y ese té que por especies y amor de bienvenida y
despedida les da un sabor especial.

Por todo esto, África, Marruecos, Marrakesh, hicieron que ame, y que confirme, que
viajar es la mejor forma de confiar en el ser humano, de creer que más allá de lo que queramos ser, de donde vivamos, debemos dejar miedos y prejuicios y solo poner en la mochila, amor, confianza y ganas de vivir, y hacer de la vida un viaje permanente. Tener actitud viajera en cada momento de nuestras vidas.

MARRAKESH, MARRUECOS

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