Ojos que no ven…
Todavía me parece un enigma cómo se enamora un ciego. Todo había pasado tan rápido, que cuando me dijo que iba a viajar no me lo creía. Doña Alberta había intentado, inútilmente, hacerle cambiar de opinión. Me pidió hablar con él, que quizás, yo, por ser su amigo —a decir verdad el único—, me haría...