Un beso muy caro
Algo no cuadraba. Pero así iba aquel ambiente. Él, un cincuentón de pelo cano, que lucía una prominente barriga, aceptaba, con aparente resignación, los cariñosos arrumacos de aquella espléndida morenaza que le acompañaba. “Joder con este tío, qué suerte tiene. Por un beso de esa mujer daría un riñón”, pensé mientras miraba mi cubata que...