A fuego lento
La melodía de su burbujeo te había mantenido alerta. Debías cuidar la fuga exacta de vapores, no más, de lo contrario, la consistencia y el aroma del potaje se chafarían. En esas andabas al tiempo que ordenabas el dormitorio, perseguido por la esencia que invadía tu piso. —¡Pero que bien huele ese guiso, chiquillo! —clamó...