Agosto, 2020

Hola, imbécil,

Dos años he estado alimentándome de tus migajas con sabor a hiel. 

¡Seremos felices y comeremos perdices! Vaya cuento de hadas que nos han vendido siempre.

Cuando te conocí, no podía dejar de mirarte, hasta que, claro, te diste cuenta y yo me puse roja como un tomate y solté una risita estúpida que todavía me rechina en el oído. Fui tan imbécil como tú. Suerte que yo no me quedo en la superficie y contigo enseguida toqué fondo.

¡Parece mentira que haya existido un tiempo en el que eras mi manjar más apetecible! dulce, caliente como un soplo de verano y con sabor a desayuno en la cama. Suena tan cursi… 

¡Cómo me gustaba mirarte mientras dormías! ¡Me hacía tanta gracia ese ruidito que emitías al respirar! ¿Ruidito? ¿Cómo me podía parecer encantador el más horrendo de los ronquidos?

Dos años alimentándome de lo mismo, ¡qué horror!, con la buena gastronomía que hay por el mundo.

El otro día, estaba yo saboreando unos aldentes tortellini, tirada en el césped del Retiro y te vi pasar al lado de un precioso Maserati, de exposición, claro. Mis tortellini eran de degustación, pero yo me lo puedo permitir, y tú acabarás con el triste Ford Fiesta de segunda mano de tu padre.

Eres tan imbécil, que estoy segura de que cuando leas esta carta, no vas a ser capaz de entender la ironía y te quedarás pensando en el Maserati. Deberías machacarte el cerebro en la biblioteca como el cuerpo en el gimnasio. Te informo que el cerebro es un músculo, claro que tú qué vas a saber. Y lo que no se usa, se acaba atrofiando, ja, ja, ja.

Sí, imbécil, me río de ti.

Contéstate a esta pregunta: ¿Has pensado que cuando ya no gustes a nadie por tu físico, mirarán dentro, verdad? Pues no van a encontrar nada.

Acabarás solo y mirando tus fotos, mientras te lamentas que ya no tienes el cuerpo definido y la cara bonita. La belleza es efímera, querido. Perdón, la belleza es pasajera. No creo que conozcas la palabra efímera.

El tiempo que pasé contigo, me sentí exprimida como una naranja, pisoteada como las uvas y desechada como las sobras. Tu aroma de machito me hacía vomitar.

Ya no consumo comida basura. Muy vistosa, sí, pero poco nutritiva y muy nociva para la salud. Eso es lo que eres tú, imbécil.

Vamos al postre. Voy a ser mamá ¿sabes, imbécil? Sí, has oído bien. Y yo solita.

Si me quedan estrías, serán las estrías más bonitas del mundo. Que se me cae el pecho, pues dormiré más a gusto cuando me ponga bocabajo. Y si engordo unos kilitos, serán de felicidad.

Te devuelvo tus regalos. No quiero nada tuyo y menos unas mancuernas, un sujetador con relleno, unos zapatos de tacón de aguja y un maletín de maquillaje. No lo necesito. Soy preciosa, y tú eres tan sólo un imbécil.

Fdo.: TU EX.

P.d. Mi hijo será lo que quiera, pero no va a ser un imbécil.

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