Fiasco fásico
No podía negarme a hacerlo, tenía que entrar a esa oficina porque de resistirme me echarían y tendría que empezar a buscar chamba de nuevo. Había pasado casi un año en el que sobreviví de milagro. Me endrogué hasta el cuello, me apreté el cinturón y ahorré hasta el último centavo. A Marisa le fue...