Ahora
Su barba y su melena expuestas al viento me han dejado sin respiración, inmóvil y recta como un mástil. Viene hacia mí, caminando con elegancia. No dejo de mirarlo, a pesar de que lo más aconsejable es mirar al suelo y sobre todo, no coincidir con sus ojos. Ya está muy cerca, puedo olerlo. Probablemente...