clap clap
«Ay niña, que no tengas que vivir nunca una guerra» repetía mi abuela en aquellas inolvidables tardes de pan con Tulicrem. «Qué malo pasar hambre» relataba mientras sus dedos veloces se entretenían con el hilo y la aguja curva de ganchillo. De cuando en cuando sus ojos grises se perdían en un punto infinito mientras...