¡A todo trapo!
No se la puede quitar de la cabeza desde que la vio en aquel salón tanguero del barrio de Almagro, con un vestido negro escotado, el cabello color miel le caía sobre un costado del rostro, custodiada por un bacán robusto y engreído que vestía elegante y no le quitaba ojo vigilando todo el tiempo junto a otros tres...