La promesa del Buen Retiro
Se encontraba ya en un hermoso jardín soleado. Le dolían las piernas y tenía la garganta seca. Había subido la Cuesta de Moyano lo más rápido que había podido y ahora sentía que estaba a punto de ceder. Ahora ya no podía caminar por la larga avenida arbolada que tanto había llamado su atención. Sí,...