Réquiem por el abrazo no dado.
A la salida del trabajo, como todas las tardes, Sarita se dirigió a la parada más próxima. Con gesto hastiado y malhumorado se resignaba a pensar que así seguiría el resto de sus días. A veces imaginaba su jubilación, soñaba cómo pasaría las horas haciendo lo que más le gusta, tal vez aprendiera a tocar...