Sueñas con una calle en Madrid. Te ves corriendo por el pequeño espacio destinado a la zona infantil. No está cerca de la Castellana ni de Serrano ni de la Gran Vía, sino en el barrio donde se ha instalado tu familia: ¿el de Moratalaz o el de Vallecas? ¿O quizás en Usera, Villaverde o Carabanchel? Poco importa, a ti te gusta. Te montas en los columpios, te tiras por el tobogán, trepas por redes en forma de pirámide y por estructuras con cuerdas entrelazadas, e imaginas ser un gran alpinista; te introduces en construcciones de madera que imitan casas o barcos donde te conviertes en pirata: «¡Al abordaje!», gritas a los niños que te siguen. Tu madre y tu abuela, sentadas en un banco con otras mujeres, no te pierden de vista, mientras sus labios se mueven a toda velocidad en una charla continua, interrumpida tan solo por alguna que otra carcajada.

Sueñas con una calle en Madrid porque te han dejado sin calle.

Sueñas con una calle en París, ni siquiera una gran avenida como les ChampsÉlysées o la de l’Opéra. Te bastaría una pequeñita, del distrito XIII, por ejemplo, la rue de Tolbiac, cercana a la Place d’Italie. Te ves, al atardecer, volviendo a tu casa junto a otros compañeros de escuela. Vais arrastrando los pies por la acera, golpeando cualquier objeto abandonado y utilizándolo como si de un balón de fútbol se tratara. Le dais demasiado fuerte a una lata vacía de coca-cola que va a parar al escaparate de la farmacia. Monsieur Lemoine, el boticario, se asoma indignado: «¡Gamberros!». Y vosotros corréis muertos de risa. Torcéis a la izquierda para esconderos tras la marquesina de la parada de autobús de la rue du Moulin des Prés.

Sueñas con una calle en París porque te han dejado sin calle.

A veces piensas en Berlín. Debería llamarse «la villa de las mil grúas», siempre en obras. Pero tú eres feliz allí. Tu calle no está situada en el barrio de Mitte, no queda cerca de las famosas Alexanderplatz, Unter den Linden o la Friedrichstrasse. Sin embargo, la vida bulle en tu barrio de Kreuzberg, el pequeño Estambul, donde huele a especias: cilantro, alcaravea, azafrán; y respiras un aire impregnado de aroma a menta, a te y a café. En la Solmsstraße practicas tu arte de grafitero, porque los muros de esta ciudad cierto día cayeron y, desde entonces, perdieron su antiguo significado; ahora simplemente te invitan a pintar.

Sueñas con una calle en Berlín porque te han dejado sin calle.

Imaginas a tu hermana, como les gusta a las niñas, con un vestido de princesa color de rosa. Se monta en una vespa, a lo Audrey Hepburn, para recorrer las calles de la ciudad. El punto de partida es la via Margutta, cercana a la Piazza del Popolo, donde se encuentra tu casa romana. Es muy miedosa, por eso, cuando llegáis a la Piazza della Bocca della Verità, haces desaparecer tu mano dentro del orificio de la escultura, igualito que Gregory Peck. Luego os partís los dos de risa por el susto descomunal que se ha llevado ella.

Sueñas con una calle en Roma porque te han dejado sin calle.

Sin embargo, te quedarás solo con tus sueños, ya que te han negado el acceso a Madrid, a París, a Berlín, a Roma, o a cualquier otra ciudad europea.

Arréglatelas como puedas en tu casa que ya no es una casa, con tu familia que dejó de existir, y en tu calle, si es que la encuentras.

Cualquier calle de Alepo

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