CREÍ QUE ME IBA A MATAR.
Por fin respiré cuando llegué a casa y sentí que el alma regresaba a mi cuerpo. No era muy tarde que digamos, el precioso y armonioso reloj del Museo de Geología de la UNAM, ubicado a tan solo dos cuadras de mi casa, comenzaba a marcar, con sus dulces campanadas, las diez de la noche...