Unos ladrillos
Caminábamos por los cerros dos o tres horas diarias, de una comunidad a otra. La vegetación abría claros por donde las personas pasaban regularmente y la llovizna hacía que todo se volviera resbaloso. Una «hermana», como nos llamábamos todos, cayó de bruces en el riachuelo que yo acababa de pasar, el padre y el ministro...