La distancia era su mejor aliada.

La distancia era su mejor aliada.

Carlos Olarte

15/06/2017

Emocionado miraba hacia todas partes, miraba a toda esa gente extraña y ajena a su emoción y a su desbordante alegría. Acababa de regresar sin avisarle a nadie ni siquiera a Magnolia. Bueno, menos a ella.

Quería darle la feliz sorpresa, quería los más cálidos y espontáneos abrazos y besos de la mujer con quién durante seis años -Desde su partida- Mantiene una relación a distancia al través del hilo telefónico de correos electrónicos intimando por Skipe tan intensos y extensos como la soledad que lo acompañaba como las horas de trabajo que le partían la espalda y le cuarteaban la cara.

Alegre y sonriente entró a un cafetín que encontró al paso. Tomó asiento y llamó a Magnolia -No lo podía creer- ¡Estaba a unos cuantos segundos de decirle estoy aquí! El teléfono empezó a timbrar una dos tres cuatro veces anuló la llamada al entrar la opción de dejar mensaje -Le pareció algo extraño- Ella siempre contestaba de inmediato pero claro, eran llamadas previamente coordinadas.

Nadie venía a tomar su orden, miró hacia el mostrador y tampoco había nadie. Volvió a marcar el número de Magnolia. El teléfono -Otra vez- Empezó a timbrar una dos tres cuatro veces y de nuevo anuló la llamada antes que entre la opción para dejar mensaje. -Algo alterado- Miró por todos lados y no encontraba a nadie ni en el mostrador ni en ninguna otra parte de aquél cafetín. La alegría se esfumaba de a pocos para dar paso a la disconformidad y a la preocupación que se iban adueñando de él.

Sólo los escaparates y las mesas vacías eran testigos inertes de lo que le sucedía. De pronto se dio cuenta de que sólo tenía el número telefónico de la casa de Magnolia. Ella nunca le proporcionó un número de celular adonde la pueda ubicar de inmediato menos aún la dirección de su casa. Observó nuevamente el mostrador, aquél cafetín estaba totalmente inhóspito, abandonado a su suerte como se sentía él.

Una vez más insistió con la llamada y de nuevo lo mismo. ¡¿Por qué voy a dejar un mensaje si estoy aquí!? -Se preguntó a gritos- Con el corazón acelerado y maltrecho por la angustia -Qué efímera es la alegría cuando sólo es abrigada por ilusiones- Salió de aquél inhóspito cafetín y caminó por calles atiborradas de caras grasosas y antipáticas de choferes que se gritaban improperios mientras apretaban con ira el cláxon de sus autos recalentados como ellos por estar atascados en un infernal e inacabable tráfico.

El día agonizaba entre el smog y el griterío de enfermos urbícolas. -Cansado y sediento- Dejó caer su derrotada humanidad en una esquina agarró su celular que también ya agonizaba por la falta de carga a la batería y volvió a marcar el número de Magnolia -Lo hizo por pura inercia- El teléfono empezó a sonar una dos tres.. ¿Aló, buenas noches? Era la voz de un hombre alguien desconocido por él titubeante preguntó por Magnolia. A lo lejos podía oír el llanto de un bebé y el volúmen alto de un televisor. Los minutos pasaban y la batería del celular ya titilaba luz roja anunciando que en cualquier instante le vendría la súbita muerte -Por fin- Sintió que agarraban el teléfono era Magnolia. Hola… Mi amor ¿Cómo estas? Sabes… Estoy… Estoy… Magnolia hablaba y hablaba no le dejaba espacio para que le dé la esperada y anhelada sorpresa, sólo respondía sí, sí, sí…Hasta que el celular murió.

Por unos segundos se quedó mirando el celular. La pantalla oscura reflejaba su rostro mimetizado con la amargura de toda esa gente que atiborraba las calles y el tráfico de esa horrible ciudad.

Se subió en el primer taxi que encontró vacío -Dos horas más tarde- Ya se encontraba en un avión que lo regresaba a la intensa y extensa soledad en un país de primer mundo que le parte la espalda a inmigrantes para poder «Vivir bien» durante el viaje las últimas palabras de Magnolia le retumbaban en la cabeza…

«Estoy tan cerca y unida a ti que la distancia siempre será nuestra mejor aliada»

Fin.

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