Marcha
El día había llegado. Era ese día que irreflexivamente no había temido de pequeño, cuando lo vislumbraba en un horizonte inasequible, pero que había estado acechándolo en insomnios recientes, truncando potentes sedantes. El coche marchó inexorable bajo nubes oscuras. Cuando llegaron a la iglesia, lo condujeron frente al altar. El rostro lívido y el cuerpo...