¿Cuándo empiezan los viajes? Me ocurre que tan solo conozco la respuesta cuando me encuentro inmersos en ellos y, la mayoría de las veces cuando ya han terminado.

Este que os cuento, ahora puedo decir que comenzó un mes de diciembre…

Bueno… nada más entra me he sentido… fascinado y un tanto desconcertado al encontrar un grupo de mujeres, niños, hombres, niñas; de doce, cuarenta, sesenta, treinta, cincuenta años; muletas sillas de ruedas manuales, motorizadas, acompañantes; risas, ruido, jaleo, parloteo; armonioso caos… este cóctel ha envenenado mi curiosidad y hasta que mis ojos no vean como se engranan componentes tan dispares, haciendo girar está maquinaria, lo siento… pero no puedo irme.

El grupo sonrió. Quería formar parte de aquello y mi calor al margen de mis palabras les había llegado.

Un muchacho de mi edad… se me acercó, desde su silla de ruedas me exhibía su enorme boca abierta como un chimpancé, mirándome, sonriendo a carcajadas y haciendo unos ruidos que no llegaba a comprender. Desconcertado y simulando una sonrisa le extendí mi mano; que agarró con fuerza e hizo suya; mi cara, debió reflejar lo que las educadas e incapaces palabras no tienen la valentía de expresar y de nuevo empezó a reír…. Abstraído… observaba como de su boca manaba y caía una viscosa baba…; la tensión disminuyó y rescate mi mano.

Una chica del pelo blanco y corto emitiendo un sonido que dependiendo en que foros pudiera llamarse… “grito” dijo, “haced un círculo”; el alumnado lo recibió sin asombro. Al ritmo a que a cada uno imponían sus leyes naturales y discernimiento se fueron disponiendo junto al nuevo individuo, que desde el “haced un circulo” se hallaba colocado en la zona donde este suponía iba a formarse.

Tras una breve explicación propuso una actividad por grupos; la complejidad de la integración de los elementos para formar la idea creativa solicitada era tal, que me quedé un bastante bloqueado. Una vez me hallé en mi circulito, sentía inquietud pues no sabía por dónde le íbamos a meter mano a lo anteriormente expuesto; un niño con gafas y con pintas de cerebrito hizo una propuesta, que fue enriquecida por una chica vestida de negro de piel vampírica y por un señor con algunas canas al que había que hablar por uno de los oídos “porque por el otro estaba sordo, ¡coooño!” dijo el individuo.

En breves momentos teníamos una propuesta en la que confluían y navegaban al amor las sugerencias de todos; era nuestra creación y tras ensayar el incipiente germen, lo mostramos a nuestro improvisado público de compañeros para que pudieran sugerir y regar con su riqueza nuestra obra.

Los recuerdos de este viaje me trasladan a Africa:

“Hola yo Sambou”. Me abordó un negro nada más entrar en la clase de los jueves y al que acompañaban otros veintitantos del mismo color, y que según la señorita Natividad, desde hoy serían nuestros nuevos compañeros con los que crearíamos un proyecto de teatro de calle, en el que íbamos a abordar las desigualdades humanas.

Entre ellos vivimos desde sus palabras historias de pateras y de vallas que tan lejos nos quedan.

O aquel otro día en que…:

¡Queridos alumnos…! hoy toca visibilizar la escuela; las obras de la entrada obstaculizan las rampas de acceso y hay compañeros que no pueden subir al aula; hoy damos la clase en la calle ¡Chicas…! el teatro no es un espacio, el teatro… somos nosotros.

Este viaje nos ha llevado a lomos del teatro por Úbeda, por la provincia y hasta la capital; hemos llevado nuestra ilusión por calles, colegios y teatros con el mensaje de la capacidad, expresando, gritando desde muy distintos escenarios: “No nos hagáis cómplices de vuestros prejuicios, incapacidades y minusvalías y rompamos las barreras invisibles que nos separan”.

Ha pasado el año y ha llegado a su fin este viaje, pero no puedo olvidar cuando…:

En mi primer día Manolo… el chico de la boca de chimpancé, con quien unos meses antes no podía hablar; apenas mueve el cuerpo pero con ruidos y gestos forma frases, párrafos enteros, da opiniones; es capaz de transmitir más verdad con un gesto, que yo con multitud de palabras carentes de la carga emocional que tienen cualquiera de sus comentarios.

Ni tampoco al resto de compañeros…:

– Es que mañana tengo un examen y no puedo venir; me quiero morir.

– Suéltame la mano…que sí… que la he visto…

– ¡Señoriiiiita! casi la piso; ¡si es que siempre está “tumbá”!

– Chicos el año que viene me voy a Bilbao pero… pero…ojú fffsssss

-¿Oye Vicente este sábado puedes venir? – No… me voy con la novia a la sierra.

– Nati… no lo veo. – Ni él a ti tampoco, pero confía en él.

-¿Alguien ha traído los flanes?

– El de Baesa, puede venir un momento, que apañao… a ver si se os pega algo de él, ¡anda…! diles que se callen.

– No voy a ser capaz, no voy a ser capaz…

– ¡Joooosuu, la virgen! Ja, ja, ja, ja.

-Yo soy muy mayor… una abuela, ¿de verdad que me queréis?

– ¡Ya está aquí la loca! ¡Estos tienen algo ehhh!

-Pues… bueno Juan, que quieres que te diga… me paso todo el día aquí sentado.

-Por favor que se coloque Pina Bauss, junto a Alicia Alonso;

– Señorita Natividal que paren el autobús que esta se mea.

– ¿Es bueno ehhh…?

– ¡Aggggggg que os calléis coooooño!

Este viaje se lo dedico a los tacatacas; esa panda de cabrones, sordos, paralíticos y dementes… mis compañeros, mis amigos, mi familia, os quiero y gracias por vuestra ternura y vuestro amor.

Y a los africanos sin papeles; que pocos meses después de la actuación en la estación de autobuses, dispersaron del centro en que se encontraban por todo el país.

FIN

El grupo.

En la carcel de Jaén

En el patio de la Escuela

En la calle

En el teatro

En la estación de autobuses.

En clase

La loca

Manolo

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