En compás ternario
Subí las escaleras con mi maletón a rastras —un peso ligero comparado con todo lo que había dejado atrás— y la Marcha fúnebre de Chopin martillando el ritmo en mi cabeza: cuatro peldaños, un compás. Me esforcé por mantener el tempo hasta el penúltimo rellano obviando lo que dictaba el metrónomo de mis piernas, pero...