Y libranos del mal, amén.
Después de un tiempo que nadie se molestó en calcular, regresaron a la superficie. Nada llegaba a ser como habían imaginado en el peor de sus sueños, olvidados entre mugre y cieno que supuraba las paredes del refugio y sus propias venas. El más pequeño ya había comenzado a hablar, vomitando sus primeros gritos de...