Elegía a una poeta (maldita).
Los labios azulados le saben a polvo. Y no a polvo dominical, aquel repleto de destellos y añoranzas, sino a polvo enclaustrado, reseco. La ausencia de las entrecortadas y tímidas respiraciones que la abanderaban corroen el alma del poeta, como si de arsénico se tratara. Los ojos de su musa, antes vívidos y acuosos, se...