La dulce espera.
El reloj redondo y destartalado de la pared marca las 18.00 en punto. Como siempre, me gusta llegar media hora antes y sentarme en el mismo sitio de la barra. -Tony, lo de siempre, después sácame una cerveza. – Le digo mientras me desabrocho el abrigo y voy acomodándome en el que considero mi taburete...