EL SUEÑO EN MIS LABIOS

EL SUEÑO EN MIS LABIOS

Era primavera. Lo recuerdo porque todos los cerezos estaban en flor y la luz solar se había apoderado de toda la casa y de los rincones más bellos e impredecibles de mi vida. A veces sentía que me había acostumbrado a que ella jugara con el tiempo y elaborase un mundo a mi medida, lleno de expresión y melancolía.

El beso es Venecia

Otras veces la vida lloraba. Cantaba nanas al compromiso y se escurría entre los dedos del ayer mostrando las cartas de una baraja llamada traición. Me miraba al espejo y lo que veía era una mujer a la que le faltaba algo, algo sin duda fruto del amor o de la ternura. Era un beso. Un beso entregado, robado, maniatado a la vergüenza de su ausencia.

Había caminado junto al lago durante al menos treinta minutos. Y agazapado, a los pies de un  árbol se hallaba Nick. No era el primer hombre que me miraba pero sí era el primero que le daba sentido a las palabras, a mis días, a mis noches estrelladas y cargadas de fuego, un fuego vivo y caliente que pedía a gritos enterrar toda mi amargura. 

Yo era quien necesitaba de compañía. Quien siempre había esperado un otoño dormido en mi boca con sus hojas caidas, amarillas, que fueron esencia de pasión y de despedida.

Y llegó ese momento. Ése que aguardan especialmente aquellas solteras a las que nunca sacaban a bailar, mujeres que podían y debían temblar por un beso. 

Y se acercó a mí con su traje de domingo y su paraguas de Gene Kelly bajo la lluvia, toda una oda a los sueños y a la felicidad, toda una promesa de victorias sin límite. Cuando acercó sus labios a los míos se produjo una auténtica revolución en mi alma. Mi piel y su piel éramos uno y jamás podría sentir semejante brindis por los sentimientos. Calor. Ternura. Eternidad.

Si la eternidad era nuestro lema, ¿por qué no acercarnos a ella? ¿por qué abandonar nuestros versos?¿ por qué no suscitar una explosión de fe y alegría que nadie podría detener?

Terminó el beso y apenas duró un minuto. Pero fue la belleza hecha momento, el eco de un gozo que apenas se podía comparar con un universo único, nuestro, vencedor y vencido.

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