Amor, lazos de sangre y cabezas canas
-¡¿Por qué me tengo que aguantar a esta vieja otra vez acá?! ¡Que no venga más! ¡No necesito nada! –Sé que decías. Pero menos que nada necesitabas ese espejo miserable que nunca te permitió romper en una lluvia de cristales el recuerdo. La aguja perforándote el estómago. Esa aguja que se clava cuando la ves...