Abuelo… (Parte 2)

Abuelo… (Parte 2)

Hermit

16/04/2021

Mi abuelo era un hombre muy singular y extravagante, nunca he conocido a una persona como él. Había pasado su vida entera estudiando filosofía y ciencia. Pese que era un hombre sabio, muy escasas veces le gustaba interactuar o participar en las dinámicas familiares, siempre decía estar ocupado. Por otro lado, le gustaba hacer muchas bromas que solo él podía entender. Según mi madre siempre fue así, impredecible.

Aún recuerdo la última vez tuvimos una verdadera conversación. Era primavera y yo aún tenía 16 años. Las clases de la escuela se habían suspendido por la amenaza de un tiroteo. Yo estaba muy conflictuado, pero lo podía sobrellevar leyendo y escuchando música. Recuerdo que por aquel tiempo todo el mundo hablaba de un gran incendio forestal que se había desatado al norte del país. Una mañana, mientras desayunaba, un noticiero informó que aquel incendio había sido causado por un hombre, y que el motivo fue que estaba muy enojado porque su novia había terminado con él. Yo no pude terminar mi desayuno, la impotencia era muy grande. –¿Cómo una persona podía ser capaz de hacer algo así? –me preguntaba.

Esa tarde mi madre me pidió que le acompañase a ver al abuelo, yo llevaba mucho tiempo sin verlo así que acepté. Dos horas después de partir, llegamos. Ahí estaba él, con la misma bufanda negra, había envejecido un poco pero aún conservaba su carismática sonrisa. Mientras mi madre y él conversaban en la cocina, yo me dispuse a inspeccionar la casa. No podía creer la cantidad de libros apilados que tenía. Después de platicar y comer juntos, mi madre se dispuso a limpiar el hogar. Mi abuelo me pidió que le acompañe al parque, yo no me podía negar.

Caminamos en silencio y nos sentamos en la banca. Yo quería platicar con él, pero no podía dejar de pensar en la noticia de aquella mañana, mi abuelo se percató.

– ¿Pasa algo hijo? Te noto cabizbajo hoy. –dijo.

– No pasa nada abuelo, es solo que el mundo…

– ¿Qué pasa con el mundo hijo? –Preguntó intrigado.

– Me desanima mucho abuelo. Hay demasiado egoísmo e indiferencia. No entiendo como algunas personas son capaces de hacer ciertas cosas.

– ¿Por qué lo dices hijo?

– ¿Viste las noticias de hoy? Un hombre incendió todo un bosque lleno de animales solo porque su novia había terminado con él.

– …

– A veces creo que el mundo estaría mucho mejor sin nosotros.

– ¡Ja, ja, ja, ja! –se echó a reír como si le hubiese contado un chiste– perdón, hijo.

– ¿Por qué te ríes abuelo? –Le pregunté confundido.

– Por lo último que dijiste, que el mundo estaría mucho mejor sin nosotros.

– ¡Pero si es verdad! todos los días se escucha en las noticias las atrocidades de la gente. Y ahora, insatisfechos con hacerse daño a sí mismos, parecen haberse ensañado también con perjudicar el medio ambiente y a los animales. El ser humano es horrendo, definitivamente creo que si nos extinguiésemos todo estaría mucho mejor.

– ¡Ja, ja, ja, ja! –seguía riendo- Creo que has estado viendo muchas noticias.

Yo ya estaba molesto, no podía entender que le causaba tanta gracia.

-Hijo –dijo– tienes el corazón tan grande que eres capaz de autoextinguirte por el bien de los demás, estoy orgulloso de ti, pero estás ignorando el hecho de que no hay moral si no hay seres humanos. 

– ¿A qué te refieres abuelo?

– Me refiero a que lo bueno y lo malo es un constructo social de nuestra especie. Nada puede estar mejor ni peor sin nosotros por lo que salirnos del juego no puede ser una opción. Las cosas no están tan mal como crees, hijo. Tu generación y la de tu padre, han sido hostigadas hasta el cansancio por el negativismo y el pesimismo de los medios de comunicación. ¿No has notado que desde que tienes uso de razón las noticias no han cambiado en absoluto?

– …

– Mira a tu alrededor. Todas esas personas sonriendo y teniendo una vida plena. Si el ser humano fuese tan destructivo como se ve en las noticias, ¿no sería preciso que hoy vivamos en un calvario? Con esto no digo que el ser humano no haga cosas malas, lo que digo es que si la intencionalidad de las noticias fuese realmente informar, y no conseguir audiencia mediante el morbo de las tragedias sociales, mostrarían también todo el progreso que se ha estado haciendo durante todo este tiempo.

– No lo había pensado así.

– Hijo, recuerda que cualquier cosa que veas o escuches, de la forma como lo interiorices, al final solo será en ti en quien repercuta. Aún eres joven, pero con el tiempo entenderás que parte de vivir, sin importar la generación a la que pertenezcas, implica aprender a aceptar ciertos males con paciencia.

– Ya veo, ¿Tú siempre viste las cosas de esa manera abuelo?

– ¡Ja, ja, ja, ja! No, no, desde luego que no. A mí me tomó mucho tiempo entenderlas así. Algo que debes aprender es a siempre cuestionar la intencionalidad de las cosas donde un ser humano haya puesto la mano.

– ¿Pero por qué el ser humano es así? ¿Siempre fue tan egoísta?, honestamente no sé si llegue a acostumbrarme a un mundo así.

– Verás hijo, he dedicado mucho tiempo a entender al mundo y sus problemas. He viajado y hablado con todo tipo de personas. Hoy, con toda seguridad te puedo decir que el único camino que existe para entender al ser humano, es la compasión.

– ¿La compasión?

– Así es, hijo. El ser humano es un individuo conflictuado que vive en una dualidad eterna, y que batalla día a día entre la razón y sus instintos. Verás hijo, cuando el ser humano era primitivo, contaba con siete cualidades peculiares que le eran indispensables para su supervivencia: La soberbia, necesaria para alejarse de la posibilidad de ser expulsado del grupo; la lujuria, para mantener su población frente a la gran tasa de mortalidad; la avaricia, porque nunca sabía cuándo iba a ser la próxima temporada de escasez; la envidia, para tener claro a quién debías superar para sobresalir; la ira, para sobrevivir a los peligros de otros grupos o de animales; la pereza, para conservar la energía en las épocas de invierno; y la gula, porque nunca sabía cuántos días iban a pasar hasta la siguiente comida.

El hombre –prosiguió– pasó decenas de miles de años viviendo de esa manera. En la actualidad estas siete virtudes son consideradas pecado, y son juzgadas por la sociedad. Es por esto que el ser humano es tan conflictivo. Se encuentra en una dualidad de la que no tiene control, y está claro que no ha pasado el tiempo suficiente para erradicar esos rasgos de sí mismo. Además, está el hecho de que el ser humano es un producto de sus circunstancias, y estas, en su mayoría, son determinadas por azar. Por eso debes aprender a cuestionar las cosas y a crear tu propio criterio. Yo también pasé muchos años de mi vida pensando como tú. En los tiempos de guerras, en las crisis económicas, en las oleadas de enfermedades; las malas noticias eran el pan de cada día, la incertidumbre era un calvario. Fue cuando me dediqué enteramente a la ciencia que finalmente pude comprender que el mundo no es más que un conflicto de perspectivas. Entendí que el progreso, sigilosamente, nunca ha dejado de avanzar. Lo que trato de decirte es que veas más allá de la superficie, en el mundo no existe criatura más valiente que el hombre. Todos los seres vivos luchan por sobrevivir, pero el hombre, más singular, lucha con muchísimo más. Lucha con el tiempo, con el azar, con sus propios instintos, con sus miedos, con las enfermedades, con la culpa, con la ignorancia, y ahora, gracias a los viajes espaciales, ¡con la gravedad! Hijo, lo que debes entender es que, en el mundo, no hay gente mala, solo hay gente ignorante, porque para ser malo hay que ser extremadamente listo, y cualquiera que fuese así de listo se daría cuenta al instante que ser malo, nunca es rentable.

Después de eso el abuelo y yo regresamos a casa. Esa fue la conversación más larga que tuve con él. Entonces no lo entendí muy bien, pero con el tiempo lo he ido interiorizando. Él era un hombre huraño pero muy inteligente, si algo le caracterizaba era la manera como impartía sus conocimientos a los demás. Siempre encontraba la palabra indicada para cada ocasión. Tampoco le gustaba dejar cabos sueltos en nada de lo que hacía, eso me lo enseñó mi madre. Tal vez por eso nos dejó el siguiente escrito antes de partir, para enseñarnos algo una última vez.

                                                         ESCRITO PARA MI FUNERAL 

Es curioso cómo pasan algunas cosas, un día estás aquí y al otro ya no, pero nunca fue de otra manera. He pasado muchas horas de mi vida contemplando la idea de la muerte, y la verdad, es que no hay nada en el mundo que me parezca más natural. El ser humano en su afán de comprenderlo todo, ha personificado a la muerte, incluso la ha dualizado con la vida como si esta fuese exclusiva de ella, cuando lo único cierto es que la vida necesita de la muerte para surgir. Hasta el agua se descompone. Las hojas de los árboles tienen que caer para que las nuevas hojas puedan crecer. Miles de millones de seres vivos han perecido ya, gente cuyo aporte a la sociedad era valioso, todos terminaron igual. El simple hecho de querer vivir más de lo que el azar nos tiene predispuesto, es egoísta. Bueno así veo las cosas yo, y así vivo. Vivía, perdón. A veces me da un poco de tristeza que no sean capaces de ver la vida como yo lo hago. He leído mucho, pero, honestamente, ahora mismo no sé en donde estoy, o si estoy siquiera. Si es cierto que hay un Dios, ¡enhorabuena!, porque hay algunas cosas que me gustaría poder decirle, pero, si no lo es, entonces lo más probable es que haya vuelto a formar parte de todo, que las partículas de mi cuerpo pasen a ser alimento de unos bichitos indispensables para el ecosistema, y luego ellos carbono. Ese es el ciclo del carbono, un ciclo interminable en el que la materia se reorganiza equilibradamente y todo está conectado. Por eso, cuando respiren, cuando coman algo o incluso cuando beban agua, acuérdense de mí porque yo puedo estar por ahí. He tenido una vida muy buena, más de la que hubiese podido pedir. La lección más grande que he logrado aprender durante toda mi vida me la enseñó la muerte, y es que, la muerte, no es de carácter impredecible para que nosotros vivamos temiendo de ella u obsesionándonos con evitarla, si no, es impredecible con el único objetivo de recordarnos vivir cada instante como si fuese el último. Por fortuna pude aprender esa lección desde joven y he pasado la mayor parte de mi vida aprovechando mucho el tiempo, de hecho, si no fuese imprescindible que yo esté aquí, ni siquiera yo vendría mi funeral, estaría por ahí leyendo algún buen libro. Por último, recordarles que todo es una cuestión de perspectiva, que si desean pueden llorar porque ya no estoy aquí o sonreír porque alguna vez estuve con ustedes, al final, como se tomen las cosas, solo será en ustedes en quienes repercuta, esa lección alguna vez se la compartí a una persona muy importante para mí.

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