Mar y montaña.
Demasiado espacio, si no alza la voz dudo poder oír al comensal que se sienta frente a mí. Demasiado pulcro, llevo rato pensando como conseguiré seguir el protocolo. Me siento extraña porque esta mezcla de exuberancia, alevosía y respeto a la que no acostumbro a asistir deja muy buen sabor de boca. No quiero sentir...