El Diario de trapo
Temía que empezaran los golpes, pero sabía que llegarían. Cuando me dio el primer golpe no lo asimilé, no quería creerlo. Llegó la segunda vez y sólo pensé «que esta vez pare pronto». Me acurruqué, sin moverme, si intentaba esconderme, taparme o cubrirme con mis manos los golpes eran más fuertes. Al final no importa...