MANZANAS PARA ELLA
El quejido del óxido al abrir el portalón espantó a unos pocos pájaros tendidos en los árboles. Hacía frío y el cielo otoñal, plagado de ocres, empezaba a oscurecer. Quise ocultarme en la casa sin ser visto, ajeno a las miradas de la aldea, tantos años después. Como un mayordomo fiel, el manzano de reinetas...