CAMPOSANTO
Mirando al alba entoné la canción de mi madre. Su voz ronca y desgarrada era como una navaja de plata que hacía jirones mi piel. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando pensé en sus ojos de alabastro, surcados por ríos carmesí que desembocaban en una oscura laguna verdosa. Al abrir la reja sentí una...