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Siempre supe que viviría rodeada de montañas, donde la vista se pierde entre dehesas de encinas, enebros y fresnos, donde el lagarto ocelado y la garza real habitan desde siempre, donde los pastos frescos y verdes, dan paso a pajizas hierbas, donde en noches de verano la cúpula del cielo te cubre con su manto de miles de estrellas. Me siento salvaje, como la naturaleza que aún me rodea, la que potencia todos mis sentidos, la que me conecta con lo más profundo de mi ser, la que me conecta con mi alma.

«Soy carne y besos»

Pues para mi, todo el cuerpo es alma de sonrisa fácil y eterna, con la que rasgo el camino al son de mis pasos. Como la viva lagartija, tez morena de eternas horas al sol, con ojos teñidos de verde oliva, que hablan sin palabras. Más quisiera transformarme en delfín, cuando surco el agua al nadar. A veces, soy frágil cual destello de una mirada curiosa. Otras veces, aquella huella dejada sobre la arena del mar, sobre la tierra mojada. Cuando me adentro en el bosque soy árbol, en el cielo, luna, en la profundidad el bosque junto a la orilla del río, agua, y mariposa en la flor. Nada sería sin las caricias de amores perdidos, sin los abrazos de amigos presentes. ¡Ojala! fuese todo corazón, para amar infinito por cada poro de mi ser, sin límites. Mi cuerpo es, esa memoria impregnada de recuerdos, que quedaron tatuados bajo la piel.